Se había comprado una sonrisa de muñeca de porcelana, y sus hermosos bucles azabaches ya no cubrían parte de su rostro. Había madurado, sí, y a pesar de su desvaída apariencia, se estaba convirtiendo en una hermosa joven.
Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde, te amo directamente sin problemas ni orgullo: así te amo porque no sé amar de otra manera, sino así de este modo en que no soy ni eres, tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía, tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño.
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